Era una noche templada en Palo Alto, y la cocina experimental de Zume Pizza bullía de actividad. Alex, uno de los fundadores, miraba maravillado cómo sus robots multitarea extendían masas, untaban salsa con precisión quirúrgica y esparcían queso con una eficiencia que superaba a cualquier chef humano. Las pizzas no solo eran perfectas, sino que prometían algo aún más revolucionario: ser cocinadas en camiones móviles mientras estaban en camino al cliente. Una pizza *siempre caliente* y *justo a tiempo*. Una idea tan futurista que podría haber salido de una película de ciencia ficción.
“Esto no es solo pizza”, solía decir Alex. “Esto es el futuro de la logística”.
Las primeras semanas fueron gloriosas. Los clientes aplaudían la calidad; las redes sociales estaban llenas de fotos y elogios. Pero pronto surgieron grietas que ni la automatización avanzada ni las inversiones millonarias podían contener.
- ¿Cuánto costaba realmente cumplir con los plazos prometidos cuando cada segundo implicaba costos adicionales?
- ¿Hasta dónde podían doblar los brazos en negociaciones antes de que el modelo de negocio mismo se quebrara?
Era el momento de aprender de los errores y, como en cualquier buena cocina, ajustar la receta.
Y es aquí donde comienza nuestra lección sobre el arte de negociar...
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